En el mes de octubre en Argentina se llevarán a cabo elecciones legislativas de particular relevancia para la estructuración del escenario político doméstico, ya que el esquema de poder que sostuvo desde el 2003 la hegemonía del kirchnerismo a nivel nacional, en estos comicios expone sus fisuras y redefine posiciones en el mapa político local.
En esta oportunidad serán renovadas la mitad de las bancas de la Cámara de Diputados de la Nación –se elegirán 127 diputados nacionales-, y además, ocho distritos elegirán senadores para un nuevo período legislativo –serán electos 24 senadores-, con lo cual el recambio afectará solo a un tercio de la Cámara Alta.
En la actualidad el oficialismo posee el principal bloque en la Cámara Baja y junto a sus aliados posee una mayoría que le otorga quórum propio. En las elecciones la mayoría de la oposición apuesta 80 bancas contra 47 correspondientes al kirchnerismo. Mientras que la Cámara Alta también es controlada por el gobierno nacional y sus aliados, con 40 senadores sobre un total de 72. En octubre se renuevan 24 bancas, de las cuales 15 son kirchneristas.
Previo a los comicios de octubre, en el mes de agosto tuvieron lugar las elecciones Primarias Abiertas y Obligatorias, denominadas localmente “PASO”, que nos permiten anticiparnos a los resultados finales ya que si bien debieran servir para que los partidos políticos abran sus internas al conjunto de la sociedad argentina, en la práctica han funcionado como una suerte de “encuesta” compulsiva a toda la ciudadanía. Sucede que son escasos los partidos políticos que definieron sus candidatos en las primarias, ya que la mayoría de los aspirantes a cargos en el Congreso de la Nación se presentaron en una única lista armada a dedo por los líderes partidarios fuera de todo consenso democrático siquiera intra-partido.
Los resultados de las PASO[1] evidenciaron una importante escisión dentro del peronismo con la victoria del Intendente del partido bonaerense de Tigre, Sergio Massa, opositor al kirchnerismo que dejó segundo en la provincia de Buenos Aires al candidato de la presidente Cristina Fernández de Kirchner, Martín Insaurralde. Asimismo consagraron el éxito de la alianza progresista UNEN en Capital Federal, una de las pocas formaciones políticas que delegó en los votantes la definición de las candidaturas para octubre. Los candidatos del oficialismo no solo perdieron en tales distritos sino también en las populosas provincias de Santa Fé, Córdoba y Mendoza, entre otras.
Del análisis se desprende que la creciente inflación con elevado riesgo de estancamiento económico y la progresiva inseguridad que se agregan a las altas dosis de autoritarismo del gobierno nacional, han sido sancionadas por la ciudadanía. El descontento manifiesto en los primeros cacerolazos –protestas espontáneas en las calles- de fines del 2012 se imprimió en las urnas y muy probablemente vuelva a impactar con fuerza en los comicios del 27 de octubre.
Si los resultados de las PASO se mantienen en octubre, es claro que el kirchnerismo encontrará serias dificultades para consolidar su proyecto hegemónico de cara a las elecciones presidenciales de 2015. Ciertos proyectos clave para perpetuar y fortalecer su esquema de poder, como la reforma a la Constitución Nacional, hallarán serias obstrucciones legislativas. Se agrega el hecho de que el kirchnerismo ha perdido el liderazgo dentro del peronismo: en el interior de esta fuerza tradicional ya ha comenzado la lucha por la sucesión lejos del parecer de la presidente y sus afines. Así, la prepotencia kirchnerista, legitimada otrora en los aplastantes resultados obtenidos en las urnas, se enfrenta a un posible fin de ciclo en un escenario aún dominado por el peronismo.